Lo que pasa en San Francisco se queda en San Francisco.
Ese era el plan. ¿Terminar de rodillas frente a mi engreído compañero de trabajo y mi rival a largo plazo vistiendo seda y encaje? No es parte del plan. Ni por asomo.
Fue solo por el fin de semana. Una indulgencia de una noche para desahogarse y purgar el deseo que estalla con tanta fuerza como el odio cuando está cerca, pero como de costumbre,
Nicolae tiene otras ideas.
Es el tipo de imbécil rico y hermoso que consigue lo que quiere, y ya era bastante malo cuando puso su mirada en mi ascenso.
Ahora quiere más. Él me quiere.
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